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Elevando la madurez dentro de lo profético (Parte 1)

Por definición, un profeta es alguien que «habla» la Palabra de Dios. Por esa razón, se requiere una tenacidad por las Escrituras y la pasión de buscar el corazón de Dios a través de lo que Él ya ha hablado. Un profeta no es un profeta porque pueda «ver» en el reino espiritual, ya sea a través de sueños o visiones, ni porque tenga encuentros sobrenaturales o experiencias en el tercer cielo.

Un profeta es un profeta porque ha estado en el consejo de Dios y Él ha puesto Su Palabra en su boca.

«(4) Entonces vino a mí la palabra de Jehová, diciendo: (5) Antes de formarte en el vientre materno, te conocí; Antes de que nacieras, te santifiqué; Te he ordenado profeta a las naciones». (6) Entonces dije: ¡Ah, Señor Dios! He aquí, yo no puedo hablar, porque soy joven». (7) Pero el SEÑOR me dijo: No digas: Soy joven, porque irás a todos los que yo te envíe, y hablarás todo lo que yo te mande.  ( No temáis de sus rostros, porque yo estoy con vosotros para libraros —dice el Señor—. (9) Entonces el SEÑOR extendió su mano y tocó mi boca, y el SEÑOR me dijo: He aquí que he puesto mis palabras en tu boca. (10) Mira, yo te he puesto hoy sobre las naciones y sobre los reinos, para que arranques y derribes, para que destruyas y derribes, para que edifiques y plantes.» – Jer 1:4-10